¡Bienvenidos!

Erase una vez un talaverano viajero, al que le encantaba descubrir lugares raros y diferentes. Era también muy de dar paseos y realizar largas rutas entre pueblos, provocando a veces el temor de sus familiares por lo que le pudiera acontecer durante dichas caminatas. Como otra de sus aficiones era la historia egipcia, solía apodarse Ramsés, en honor al tercer faraón de la Dinastía XIX.

Con el paso del tiempo, a Ramsés le creció una nuera bloguera muy aficionada a sus viajes. De esta sinergia suegro y nuera surgió este blog, que no pretende sino contar a todo el que quiera escuchar (o más bien leer), las raras rutas de Ramsés por la geografía española (y en especial por la provincia de Toledo).

jueves, 27 de septiembre de 2012

Mina de Oro

 "Nos habían hablado de una mina de oro abandonada de los romanos y hace tiempo que venimos preparando la incursión. Por fin llego el gran día y bueno, casi no duermo esa noche dándole vueltas al viaje. A las seis de la mañana ya estaba despierto y a las 9 ya estábamos allí, empezamos a subir hasta el poblado de los mineros. 








Después de mucha dificultad conseguimos llegar al pueblo. A partir de ahí, el camino era a pie y no hay camino marcado a través del monte, así que era un poco a la aventura. 







Después de mucho buscar (pasamos varias veces delante de la entrada sin verla) por fin vimos una pequeña grieta por la que apenas coge una persona arrastrándose (tal y como se ve en las siguientes fotos). 






Una vez dentro, a oscuras, empezamos a avanzar, agachados, casi de rodillas durante unos 20 metro. Poco a poco conseguimos ponernos de pie, siempre con mucho cuidado con el techo que esta formado con unos picos de piedra que nos iban rozando la cabeza.






Creo que avanzaríamos unos 400 o 500 metros porque había mucha humedad. En ese momento fue cuando empezamos a notar la falta de aire y nos dimos la vuelta. En las fotos de más abajo se nota claramente la humedad en las paredes, pero la sensación de falta de aire... no se la recomiendo a nadie...











La verdad es que es una experiencia inolvidable...una verdadera pasada. Dentro de la mina hay varios ambientes en los cuales, dependiendo de la profundidad y distancia, se puede sentir frio, calor y mucha, muchísima humedad. A nivel personal la mezcla de sensaciones es lo que realmente se queda dentro para siempre. 








Estas sensaciones oscilan entre el miedo, la inseguridad, se siente el peligro en cada galería y cada pozo por el que pasas. También me plantee que en cualquier momento podía aparecer cualquier animal salvaje de los que rondan por la sierra, porque, al fin y al cabo, no deja de ser una buena guarida donde resguardarse de las duras condiciones climáticas de la zona (de nuevo encontramos a nuestros amigos los murciélagos ¡¡había muchísimos!!)















El peligro de golpearse la cabeza en algunos tramos o directamente rajártela es muy grande, por lo que recomiendo a cualquiera que pueda aventurarse a realizar esta ruta, se agencie un casquito para protegerse porque se corre el riesgo de venir con alguna que otra herida más o menos grande... sé de uno (o un par de ellos) que la tiene entera por los pelos...








Al margen de que las fotos estén muy bien, sean bonitas y más o menos reflejen bastante bien la realidad, hay imágenes que hay que estar allí para verlas como son realmente.










Pues eso, una muy buena y bonita experiencia que sin duda alguna habrá que volver a repetir algún día."


lunes, 17 de septiembre de 2012

El orfanato de San Prudencio

Este viaje lo realizaron Ramsés y su compañero Paco, que es un artista haciendo fotos. Además contaron con la colaboración especial de Adalid, que fue quien les llevó hasta el lugar porque estaba algo escondido.

Al parecer el orfanato de San Prudencio fue construido entorno al año 1930 según les contó un pastor del pueblo cercano cuyo nombre es Cristino. Cristino tenía 14 años cuando lo construyeron y ahora tiene 74 años (un poco complicado, me parece a mi). Al parecer, las monjas traían a los niños huérfanos durante el verano.
Cristino en la puerta del orfanato
Para llegar al orfanato hay que tomar la Carretera de San Román. Al bajar el puente de la vía a la izquierda, antes de llegar a la urbanización Montecarlos hay que cruzar un canal y meterse por un agujero que hay en la alambrada. Al poco tiempo apareció el pastor que lleva a ahí un montón de años, y que estaba encantado de enseñarles el camino al orfanato.
Detalle del patio del orfanato

Detalle del patio, con su emparrado y bancos de piedra.
Según Ramsés, "Nos sentamos allí, en los bancos de piedra, a hablar con Cristino, y pensaba por un lado, que en los veranos, por las noches debían estar como en el paraíso, pero por otro lado, se mascaba en el lugar una sensación de tristeza". En todo caso, fue una tarde mágica, y guarda un buen recuerdo del viaje.
Detalle de la entrada del edificio principal
Detalle del trabajo de cerámica Talaverana
Taller E.Niveiro Romo
Como se puede observar, el reportaje fotográfico de este viaje es bastante extenso, principalmente gracias a Paco, que aprovechó, mientras Adalid y Ramsés hablaban con Cristino, para dejar constancia de todo lo que iban viendo. A continuación, la capilla del patio del orfanato desde distintos ángulos.




 


 


El edificio principal es lo que más abandonado parece estar, aunque si se tiene en cuenta que casi tiene un siglo, impresiona bastante.

  



  


Una de las habitaciones principales
Detalle de lo que parece uno de los dormitorios

Esta habitación da a la terraza que se ve desde la entrada

Placa que confirma la fecha de construcción del orfanato en 1930

 Baldosas de barro de una de las salas