"Nos
habían hablado de una mina de oro abandonada de los romanos y hace
tiempo que venimos preparando la incursión. Por fin llego el gran
día y bueno, casi no duermo esa noche dándole vueltas al viaje. A las
seis de la mañana ya estaba despierto y a las 9 ya estábamos allí,
empezamos a subir hasta el poblado de los mineros.
Después de mucha dificultad conseguimos llegar al pueblo. A partir de ahí, el camino era a pie y no hay camino marcado a través del monte, así que era un poco a la aventura.
Después de mucho buscar (pasamos varias veces delante de la entrada sin verla) por fin vimos una pequeña grieta por la que apenas coge una persona arrastrándose (tal y como se ve en las siguientes fotos).
Creo que avanzaríamos unos 400 o 500 metros porque había mucha humedad. En ese momento fue cuando empezamos a notar la falta de aire y nos dimos la vuelta. En las fotos de más abajo se nota claramente la humedad en las paredes, pero la sensación de falta de aire... no se la recomiendo a nadie...
La verdad es que es una experiencia inolvidable...una verdadera pasada. Dentro de la mina hay varios ambientes en los cuales, dependiendo de la profundidad y distancia, se puede sentir frio, calor y mucha, muchísima humedad. A nivel personal la mezcla de sensaciones es lo que realmente se queda dentro para siempre.
Estas sensaciones oscilan entre el miedo, la inseguridad, se siente el peligro en cada galería y cada pozo por el que pasas. También me plantee que en cualquier momento podía aparecer cualquier animal salvaje de los que rondan por la sierra, porque, al fin y al cabo, no deja de ser una buena guarida donde resguardarse de las duras condiciones climáticas de la zona (de nuevo encontramos a nuestros amigos los murciélagos ¡¡había muchísimos!!)
Después de mucha dificultad conseguimos llegar al pueblo. A partir de ahí, el camino era a pie y no hay camino marcado a través del monte, así que era un poco a la aventura.
Después de mucho buscar (pasamos varias veces delante de la entrada sin verla) por fin vimos una pequeña grieta por la que apenas coge una persona arrastrándose (tal y como se ve en las siguientes fotos).
Una vez dentro, a oscuras, empezamos a avanzar, agachados, casi de rodillas durante
unos 20 metro. Poco a poco conseguimos ponernos de pie, siempre con mucho
cuidado con el techo que esta formado con unos picos de piedra que
nos iban rozando la cabeza.
Creo que avanzaríamos unos 400 o 500 metros porque había mucha humedad. En ese momento fue cuando empezamos a notar la falta de aire y nos dimos la vuelta. En las fotos de más abajo se nota claramente la humedad en las paredes, pero la sensación de falta de aire... no se la recomiendo a nadie...
La verdad es que es una experiencia inolvidable...una verdadera pasada. Dentro de la mina hay varios ambientes en los cuales, dependiendo de la profundidad y distancia, se puede sentir frio, calor y mucha, muchísima humedad. A nivel personal la mezcla de sensaciones es lo que realmente se queda dentro para siempre.
Estas sensaciones oscilan entre el miedo, la inseguridad, se siente el peligro en cada galería y cada pozo por el que pasas. También me plantee que en cualquier momento podía aparecer cualquier animal salvaje de los que rondan por la sierra, porque, al fin y al cabo, no deja de ser una buena guarida donde resguardarse de las duras condiciones climáticas de la zona (de nuevo encontramos a nuestros amigos los murciélagos ¡¡había muchísimos!!)
El peligro de golpearse la cabeza en algunos tramos o directamente rajártela es muy grande, por lo que recomiendo a cualquiera que pueda aventurarse a realizar esta ruta, se agencie un casquito para protegerse porque se corre el riesgo de venir con alguna que otra herida más o menos grande... sé de uno (o un par de ellos) que la tiene entera por los pelos...
Al margen de que las fotos estén muy bien, sean bonitas y más o menos reflejen bastante bien la realidad, hay imágenes que hay que estar allí para verlas como son realmente.
Pues eso, una muy buena y bonita experiencia que sin duda alguna habrá que volver a repetir algún día."
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